En aquel tiempo, cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus
discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un
mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que era
Jesús de Nazaret, se puso a gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten
compasión de mí!».
Muchos le increpaban para que se callara. Pero él
gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!». Jesús se
detuvo y dijo: «Llamadle». Llaman al ciego, diciéndole: «¡Ánimo,
levántate! Te llama». Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino
donde Jesús. Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: «¿Qué quieres que te
haga?». El ciego le dijo: «Rabbuní, ¡que vea!».
Jesús le dijo: «Vete, tu
fe te ha salvado». Y al instante, recobró la vista y le seguía por el
camino. Texto del Evangelio (Mc 10,46-52)
Nuestro Padre Jesús Humilde en la Coronación de Espinas
Francisco Buiza, 1.978
Hermandad de la Merced, Córdoba
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